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Biografía de Alfonsina Storni, poetisa y escritora argentina del modernismo. Su obra es prolífica, vigorosa y original.
Interés de la biografía de Alfonsina Storni
Fue una excelente poetisa del amor. En sus versos, predomina el acento romántico, la profundidad lírica y la sencillez.
La poetisa chilena Gabriela Mistral la conoció en los años 1920 y dijo que estaba admirada de ella: “por su sencillez, por su sobriedad, por su escasa manifestación de emotividad, por su profundidad sin transcendentalismos.
Y sobre todo por su información, propia de una mujer de gran ciudad, que ha pasado tocándolo todo e incorporándoselo.
Extraordinaria la cabeza, pero no por rasgos ingratos, sino por un cabello enteramente plateado, que hace el marco de un rostro de veinticinco años.
Su cabello, más hermoso no he visto; es extraño, como lo fuera la luz de la luna a mediodía. Era dorado, y alguna dulzura rubia quedaba todavía en los gajos blancos.
El ojo azul, la empinada nariz francesa, muy graciosa, y la piel rosada, le dan alguna cosa infantil que desmiente la conversación sagaz y de mujer madura”.
Familia y primeros años de Alfonsina Storni
Alfonsina Storni nació en Capriasca, Suiza, el 25 de octubre de 1892.
Sus padres, Alfonso Storni y Paulina Martignoni, habían emigrado a la provincia de San Juan, Argentina, en 1880.
Fundaron una pequeña empresa familiar; años después, las botellas de cerveza etiquetadas “Cerveza Los Alpes, de Storni y Cía”, eran famosas en toda la región.
A finales de 1891, Alfonso y su mujer viajaron a Suiza; dejaron en San Juan a los dos hijos mayores, María y Romero.
El 22 de mayo de 1892 nació Alfonsina, la tercera hija del matrimonio Storni-Martignoni. Cuando Alfonsina cumplió los 4 años, los tres volvieron a Argentina, a San Juan.
Los estudios de Alfonsina Storni
En 1900, nació Alberto, el último hermano de Alfonsina. Al año siguiente, toda la familia se trasladó a la ciudad de Rosario, en la provincia de Santa Fe. En esa ciudad, Paulina abrió una pequeña escuela.
Los alumnos abonaban un peso con cincuenta cada uno y llegaron a ser cincuenta chicos; esos pequeños ingresos no permitían una vida cómoda.
A los 8 años de edad, la pequeña Alfonsina tenía una imaginación desbordante. Su madre tenía dificultades para enseñarle a decir la verdad.
Inventaba incendios, robos, crímenes que nunca habían sucedido. Metía a su familia en líos; como cuando invitó a sus profesoras a pasar las vacaciones en una quinta imaginaria, en las afueras de Rosario.
En 1902, Alfonso Storni, su padre, instaló un Café Suizo cerca de la Estación Central del Ferrocarril Provincial.
La difícil juventud de Alfonsina Storni
Alfonsina dejó de asistir a la escuela y le ayudaba lavando platos y atendiendo las mesas.
El negocio del Café no fue bien. Esto era debido a que Alfonso se sentaba en una mesa a beber hasta que su esposa, ayudada por uno de sus hijos, lo arrastraba a casa.
Dos años más tarde, tuvieron que cerrar el Café y mudarse de casa. María, la hermana mayor de Alfonsina, se casó.
Un día de esos, Alfonsina Storni escribió su primer poema, en el que hablaba de cementerios y de su propia muerte. Lo dejó junto a la almohada de su madre. El resultado fue inesperadamente doloroso, pues a la mañana siguiente, en vez de elogios, le cayeron un par de coscorrones.
Para ayudar a la economía familiar, Alfonsina buscó trabajo en una fábrica de gorros. Pero, en privado, no dejó de escribir poesías y algunas obras de teatro.
Primeros trabajos y estudios de Alfonsina
En la Semana Santa de 1907, llegó a Rosario una compañía teatral. Paulina, la madre de Alfonsina, tomó contacto con la compañía y se le asignó el papel de María Magdalena.
Dos días antes del estreno se enfermó la actriz que personificaba a San Juan Evangelista. Alfonsina había asistido a los ensayos y se sabía de memoria todos los papeles. Ella interpretó a San Juan, con elogiosos comentarios de la prensa.
Al poco tiempo, un representante de la compañía teatral de José Tallavi, fue a Rosario para entrevistar a Alfonsina. Esta demostró que podía recitar y memorizar largos versos. Se le ofreció trabajo para un año de gira.
De esta forma, recorrió Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Santiago del Estero y Tucumán representando obras de Ibsen, Benito Pérez Galdós y Florencio Sánchez.
A su regreso, al término de la gira, escribió su primera obra de teatro: “Un corazón valiente”.
Su madre había contraído matrimonio con Juan Perelli, un tenedor de libros. Ambos se había mudado a la localidad de Bustinza, a 65 km de Rosario.
El 24 de agosto de 1908, Alfonsina se fue a vivir con su madre, a Bustinza, en la casa alquilada frente a la plaza del pueblo.
En la escuela de su madre, Alfonsina daba clases de recitado y de buenos modales.
Una alumna suya, la definió como una persona muy fina en su porte, en su bailar y en su mímica. Se la conocía como una persona delicada y cariñosa.
En el año 1909, dejó el hogar materno para terminar sus estudios en Coronda, ciudad situada a 122 km de Rosario. Alfonsina tenía 17 años y quiso hacer la carrera de Maestra Rural.
Sin embargo, carecía de certificado de estudios primarios y no aprobó el examen de ingreso.
Pero su entusiasmo y decisión le valieron para que las profesoras la admitieran. Además, aceptó el puesto de celadora, a cambio de un sueldo que le permitía costear el precio de la pensión donde se alojaba.
Primeros pasos de Alfonsina como poetisa
Su profesora de castellano detectó en ella condiciones de escritora, y la animó para que escribiera.
Su madre asistió a la entrega de diplomas de maestras. En el programa del acto figuraban tres poemas de Alfonsina; uno de ellos, titulado “Un viaje a la Luna”, fue recitado por alumnos del jardín de infancia.
Durante el acto, Alfonsina cantó “Bebamos en los vasos felices”, el brindis de La Traviata de Verdi; a continuación le dedicó a la directora María Margarita Gervasoni un poema llamado “El maestro”, al que agregó la frase “a mi inteligente y noble directora”.
Sus comienzos en Buenos Aires: 1911-1915
En 1911, Alfonsina Storni se trasladó a Buenos Aires; se hospedó en una pensión hasta el año siguiente.
El 21 de abril de 1912 nació su hijo Alejandro, sin padre conocido. Entonces, se trasladó a una casa compartida con un matrimonio.
Poco a poco, Alfonsina se dio a conocer como poetisa.
En la revista “Monos y Monadas”, que se editaba en la ciudad, publicaron el 8 de enero de 1912 un bonito poema suyo, titulado “Anhelos”, inspirado en el legendario ombú, la gigantesca planta arborescente originaria del nordeste argentino.
Alfonsina descansó unos meses y en 1913 consiguió trabajo de cajera en una farmacia; y posteriormente, en una tienda.
Al mismo tiempo, realizaba algunas colaboraciones en la revista “Caras y Caretas”, con una remuneración de veinticinco pesos.
En la revista se relacionó con José Enrique Rodó, Amado Nervo, José Ingenieros y Manuel Baldomero; con los dos últimos su amistad fue más profunda.
Su situación económica mejoró cuando fue contratada por la empresa “Freixas Hermanos”, que se dedicaba a la importación de aceite.
Había sido la única mujer de entre un centenar de postulantes. Por ser mujer, su sueldo fue de 200 pesos; al anterior empleado le pagaban 400 pesos.
Con este empleo pudo realizar viajes frecuentes a Montevideo, donde conoció a la poeta uruguaya Juana de Ibarburu y al que sería su gran amigo, el escritor Horacio Quiroga.
Actividades de Alfonsina entre 1916 y 1920
En 1916 comenzó a publicar poemas y relatos en prosa, en la revista literaria “La Nota”.
Entre el 28 de marzo y el 21 de noviembre de 1919, estuvo a cargo de una sección permanente en esta revista. Ahí publicó los poemas “Convalecer” y “Golondrinas”.
“La inquietud del rosal”, un libro de poesías donde expresaba sus deseos como mujer y describía sin ningún tipo de complejo, su condición de madre soltera, se publicó en 1916.
Alfonsina nunca logró pagarle al impresor Miguel Calvello, quien había aceptado imprimir el libro a cambio de quinientos pesos por 500 ejemplares.
El libro no tuvo una buena aceptación. La revista “Nosotros” le dedicó media página en la que decía: “libro de una poetisa joven y que no ha logrado todavía la integridad de sus cualidades, pero que en el futuro ha de darnos más de una valiosa producción literaria”.
Alfonsina llevó a Rosario 100 ejemplares y le comentó a su madre que había vendido tan pocos ejemplares porque la consideraban una escritora inmoral.
Sin embargo, la publicación de “La inquietud del rosal” le permitió ser la primera mujer que fue aceptada en los cenáculos de escritores.
Asistía a las reuniones llevando su libro como carta de presentación. La primera reunión a la que asistió fue una comida en homenaje a Manuel Gálvez, quien festejaba el éxito de su obra “El mal metafísico”.
En esta oportunidad, Alfonsina recitó algunos de sus versos y otros de Arturo Capdevilla.
A raíz de algunas críticas de sus jefes de la revista “Nota”, que no veían bien que la escritora de un libro que lindaba con la inmoralidad trabajase allí, tuvo que renunciar al cargo que tenía en la Sección Permanente de la revista.
En ese tiempo, escribió gratis para el periódico “La Acción” y para la revista “Proteo”.
Era época de crisis económica y la poesía no le daba para vivir. De modo que buscó un trabajo más rentable y consiguió el puesto de directora en el colegio “Marcos Paz”.
Poco después de conseguir dicho empleo, se trasladó con su hermana María a una casa en la calle Acevedo 2161, que se encontraba más cerca del colegio.
En 1918 publicó “El dulce daño”. El 18 de abril de ese año se le ofreció una comida en el restaurante Génova, para celebrar la publicación del libro. Los oradores fueron Roberto Giusti y José Ingenieros, su gran amigo y protector.
También en ese año, Alfonsina recibió una medalla del “Comité Argentino Pro Hogar de los Huérfanos Belgas”, por haber aparecido como concurrente a un acto en defensa de Bélgica, con motivo de la ocupación alemana.
Al año siguiente, en 1919, el poeta Amado Nervo llegó a la Argentina como embajador de México, y frecuentó los mismos círculos que Alfonsina. Ella le dedicó un ejemplar de “La inquietud del rosal”, y en su dedicatoria lo llamó “poeta divino”.
En agradecimiento, Amado Nervo, paladín del modernismo junto con Rubén Darío, publicó en “Mundo Argentino” los poemas de Alfonsina. Para ella, que todavía era una escritora desconocida, fue algo muy gratificante.
Su libro “Languidez” mereció el Primer Premio Municipal de Poesía y el Segundo Premio Nacional de Literatura. La rodeó un grupo de lo más granado de la sociedad y de la gente intelectual. En ese momento, Alfonsina pudo sentirse como una reina.
En 1920 viajó a Montevideo, con el fin de leer su poesía y la de Delfina Bunge, esposa del novelista Manuel Gálvez. El libro Poemas que había escrito Delfina Bunge, fue traducido del francés por Alfonsina.
Estando en Montevideo, visitó el “Cementerio del Buceo” y escribió su poema “Un cementerio que mira al mar” centrado en un diálogo con los muertos.
En este tiempo, se dedicó a una gran variedad de actividades: la publicación de dos nuevos libros, traslado a una nueva casa, participación en el grupo Anaconda y la escritura de un libro que titularía “Ocre”.
Actividades en Buenos Aires entre 1921 y 1927
En abril de 1921, fue contratada como docente en la “Escuela para Niños Débiles”, una institución que albergaba a niños mal alimentados o raquíticos.
En 1925 publicó “Ocre”, un libro de 80 páginas, que marcó un cambio decisivo en su poesía. Desde hacía dos años era profesora de lectura y declamación en la “Escuela Normal de Lenguas Vivas”.
Su poesía, fundamentalmente de temática amorosa, también se ligó a la temática feminista e intentó volver más la mirada al mundo real.
El exceso de actividades, la soledad y la marginación hicieron mella en su salud. Sufrió de neurosis, cansancio y depresión. Tuvo que dejar sus clases y viajó a Mar del Plata y a Córdoba, para descansar.
En ese período, la visitó Gabriela Mistral. La poetisa chilena escribió más tarde, que quedó impresionada “por su sencillez, por su sobriedad, por su escasa manifestación de emotividad, por su profundidad sin transcendentalismos. Y sobre todo por su información, propia de una mujer de gran ciudad, que ha pasado tocándolo todo e incorporándoselo.
Extraordinaria la cabeza, pero no por rasgos ingratos, sino por un cabello enteramente plateado, que hace el marco de un rostro de veinticinco años. Su cabello, el más hermoso no he visto; es extraño, como lo fuera la luz de la luna a mediodía.
Era dorado, y alguna dulzura rubia quedaba todavía en los gajos blancos. El ojo azul, la empinada nariz francesa, muy graciosa, y la piel rosada, le dan alguna cosa infantil que desmiente la conversación sagaz y de mujer madura”.
En 1926, escribió “Poemas de amor” y fue nombrada titular en una cátedra del “Conservatorio de Música y Declamación”.
También fue maestra de Castellano y Aritmética en una escuela. También fue designada directora del Teatro Infantil Municipal.
El 20 de marzo de 1927, se estrenó su obra de teatro “El amo del mundo”, que había despertado las expectativas del público y de la crítica.
El día del estreno asistió el Presidente de la República acompañado de su esposa. La obra desarrollaba teorías acerca de la relación entre hombres y mujeres. A los tres días tuvo que retirarse de cartel, con gran indignación de Alfonsina, que vio todas las críticas como el resultado de una conspiración.
La crítica más dura y ofensiva la realizó Edmundo Guibourg, quien afirmó que Alfonsina denigraba al hombre; a lo que ella le replicó que había escrito 300 poesías dedicadas al “animal razonador”.
Después de este fracaso, Alfonsina decidió publicar relatos; a veces con rasgos autobiográficos, donde las ideas no pertenecían ni a la poesía ni a la nota periodística informativa.
El diario “Crítica” publicó algunos de estos relatos; uno de ellos titulado “Psicología de a dos centavos” narra la historia de una mujer, que le cuenta por carta a su amiga los pormenores de su reciente divorcio.
Actividades de Alfonsina entre 1928 – 1935
En 1928, Alfonsina se fue a vivir a la ciudad de Rosario. Ahí se manifestaron manías de persecución. Se creía observada por los mozos de los cafés, los guardas de los tranvías y por casi todo ciudadano normal que se cruzara con ella.
Para intentar distraerla, una compañera del Conservatorio de Música la convenció ese año 1928, de viajar por Europa.
En Madrid visitó la “Residencia de Señoritas” que dirigía María de Maetzu. Ahí dio conferencias y cursos.
La Cámara del Libro de Madrid organizó una cena en su honor. Entre otros escritores, asistieron Carlos Soldevilla y José María de Segarra. Este último escribió una crónica en su homenaje y la comparó con Rubén Darío.
Durante ese viaje visitó Toledo, Ávila, El Escorial, Andalucía, Sevilla, Córdoba y Granada. También fue a París y a su ciudad natal en Suiza.
En 1931, repitió el viaje, en compañía de su hijo Alejandro que ya tenía 20 años. Visitaron también las ruinas de Pompeya y la ciudad de Ginebra.
Al regreso de este segundo viaje, se instalaron nuevamente en Buenos Aires, en una pensión de la calle Rivadavia, muy cerca del Café Tortoni.
Alfonsina participó en la Peña del Tortoni, llamada Signos. El escritor Federico García Lorca no dejó de ir ni una sola noche, cuando visitó Buenos Aires entre octubre de 1933 y febrero de 1934. Alfonsina le dedicó el poema “Retrato de García Lorca”.
En 1932, Alfonsina Storni colaboró en los diarios Crítica y La Nación. Además, siguió dando clases de teatro, todos los días.
También en esa época inició amistad con la poetisa Haydée Ghío, con quien se reunía en el hotel Castelar, donde Alfonsina cantaba de mesa en mesa algunos tangos, acompañada por el piano.
Tuvo intensa participación en el gremialismo literario e intervino en la creación de la “Sociedad Argentina de Escritores”.
En julio de 1934, fue invitada en Montevideo a las reuniones organizadas por María Müller, fundadora de la asociación de Arte y Cultura.
Los encuentros se celebraban en el Paraninfo de la Universidad. Alfonsina recitó dos de sus poesías: “Polixema” y “La cocinerita”.
Durante 1934 publicó un nuevo libro llamado “Mundo de siete pozos”, una recopilación de poemas que dedicó a su hijo Alejandro.
Cuando Gabriela Mistral leyó el libro, comentó que “poetas como ella nacen cada cien años”.
Actividades de la poetisa entre 1936 – 1938
El 23 de mayo de 1936, en el acto de inauguración del Obelisco de Buenos Aires, dio una conferencia que se transmitió por radio.
En ella dijo “la ciudad no tiene ni su poeta, ni su novelista, ni su dramaturgo pero sí su cantante de tango”. Y dijo que el barrio Sur era el baluarte del tango porteño.
Unos días después en otra conferencia en Buenos Aires, señaló las similitudes de la letra de sus poemas, con la de Santa Teresa de Jesús; y describió las características de la creatividad femenina.
En 1937 se dedicó a escribir el que sería su último libro; lo llamó “Mascarilla y trébol”.
Lo compuso durante las noches en Bariloche, y trató de desarrollar una nueva forma de pensar la poesía; y, por consiguiente, una nueva forma de pensar el mundo.
Lo escribió intentando superar la reciente muerte de su gran amigo Horacio Quiroga, dramaturgo y poeta uruguayo, 14 años mayor que ella.
Alfonsina Storni había mantenido una estrecha relación de amistad con él.
El 26 de enero de 1938, Alfonsina recibió una invitación del Ministerio de Instrucción Pública Uruguayo. Querían reunir a las tres grandes poetisas del momento: Juana de Ibarburu, Gabriela Mistral y Alfonsina Storni. Les pedían que hicieran pública su forma y manera de crear
El Acto se realizó en el Instituto Vázquez Acevedo. Esa invitación llegó un día antes del encuentro. Alfonsina fue en auto en compañía de su hijo; y durante el trayecto fue escribiendo su conferencia.
El resultado del encuentro fue exitoso y el público las aplaudía con frecuencia, interrumpiendo su charla.
Antes de regresar a Buenos Aires se hospedó en la casa de su amiga Fifí; una tarde en que salieron a caminar y se cruzaron con una víbora, exclamó: “Si alguna vez supiera que tengo una enfermedad incurable, me mataría. Alejandro puede defenderse y mi madre no necesita de mí”.
Al regresar a Buenos Aires se enteró del suicidio de Leopoldo Lugones; y también de la hija de Horacio Quiroga; la chica tenía solamente veintiséis años.
Enfermedad de la poetisa Alfonsina Storni
Un día, cuando se estaba bañando en el mar, descubrió un bulto en el pecho que hasta el momento no se notaba, pero que en esa oportunidad se podía tocar con la mano.
Ella y sus amigos, trataron de restarle importancia, pero le aconsejaron acudir a un médico.
El encargado de acompañarla a la consulta fue el pintor Benito Quinquela Martín, a quien le comentó que su estado era grave y que su hijo era muy joven para tener que enfrentar la situación.
El 20 de mayo de 1935, Alfonsina fue operada del cáncer de mama en el sanatorio Arenales.
Se pensaba que era un tumor benigno, pero en realidad tenía ramificaciones, y le quedaron grandes cicatrices físicas y emocionales.
Después de veinte días de reposo, en casa de la familia Botana, en el norte de Buenos Aires, decidió regresar a su casa de la calle Suipacha 1123. Ahí vivió hasta el año 1937, cuando se mudó al edificio Bouchard House frente al Luna Park.
Desde hacía mucho tiempo, sufría depresión, paranoia y ataques de nervios, pero ahora los síntomas de enfermedad mental se recrudecieron.
Alfonsina se volvió recluida y evitaba encontrarse con sus amistades.
Deseaba vivir pero no aceptaba los tratamientos impuestos por los médicos. Sólo asistió a una sesión de rayos que la dejó exhausta y no pudo soportar el tratamiento.
No permitía que su hijo la besara y se lavaba las manos con alcohol antes de acercarse a él.
El final de la vida de Alfonsina
A mediados de 1938 se publicó su libro “Mascarilla y trébol”; y una “Antología poética” con sus poemas preferidos.
El domingo 16 de octubre se encontró con la poetisa Abella Caprile. Ésta le hizo comentarios acerca de su poema “Romancillo cantable” publicado en «La Nación«; Alfonsina le dijo que podía ser su último poema; y le confesó que la neurastenia le hacía pensar en suicidarse.
El 18 de octubre de 1938, viajó a Mar del Plata. Fue a la estación Constitución acompañada de su hijo Alejandro, que ya tenía 26 años. Cuando el tren partió, le dijo a su hijo que le escribiese, que lo iba a necesitar.
Alfonsina le escribió dos cartas de contenido ambiguo a su hijo, el 19 y 22 de octubre; en ellas parecía que luchaba contra la decisión de terminar con su vida.
El jueves 20 escribió todo el día en el hotel, abrigada con un poncho catamarqueño, aunque era primavera. El sábado 22, despachó una carta en el buzón. Contenía su poema “Voy a dormir”, el último que escribió.
El domingo tuvo que llamar al doctor Serebrinsky porque ya no soportaba el dolor. El lunes le pidió a la mucama que escribiese por ella una carta para Alejandro. y a las once y media se acostó a dormir.
Envió 3 cartas: una a su hijo, Alejandro; otra a Gálvez, para que procurase que a su hijo no le faltase nada; y un poema de despedida al diario La Nación:
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme puestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera,
una constelación, la que te guste,
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes,
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides. Gracias… Ah, un encargo,
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…
Hacia la una de la madrugada del martes 25 de octubre de 1938, Alfonsina Storni abandonó su habitación y se dirigió a la playa La Perla.
Esa mañana, la mucama Celinda había golpeado la puerta del dormitorio para darle el desayuno y no obtuvo respuesta y pensó que era mejor dejarla descansar y fue lo que le comunicó a la dueña.
Pero cuando dos obreros descubrieron el cadáver en la playa, se difundió la noticia; su hijo se enteró por radio y el cuidador del hotel, José Porto, se lo confirmó vía telefónica.
Hay dos versiones sobre el suicidio de Alfonsina Storni: una de tintes románticos, que dice que se internó lentamente en el mar, y otra, la más apoyada por los investigadores y biógrafos, que afirma que se tiró a las aguas desde una escollera.
En la tarde, los diarios titulaban sus ediciones con la noticia: “Ha muerto trágicamente Alfonsina Storni, gran poetisa de América”.
Esa misma tarde, en el Colegio Nacional de Mar del Plata se organizó un homenaje al que asistieron autoridades, alumnos y periodistas.
El ataúd fue trasladado a la estación Norte del ferrocarril para llevarlo a Buenos Aires. La gente le arrojó flores durante el traslado. El tren con los restos de Alfonsina Storni llegó a Plaza Constitución al día siguiente.
El cortejo demoró una hora en llegar al destino final, donde aguardaban las autoridades nacionales.
Los restos de Alfonsina Storni fueron depositados en el Cementerio de la Recoleta.
En 1963 se trasladó el féretro al “Recinto de las Personalidades”, del Cementerio de la Chacarita, donde actualmente reposan, en el interior de una escultura realizada por Julio César Vergottini.
Opiniones de los críticos acerca de su poesía
Alfonsina Storni fue feminista y siempre buscó la igualdad entre el hombre y la mujer.
Pero no hay ninguna ironía en los versos que escribió a favor de esta igualdad. Tuvo el coraje necesario para oponerse a la regla que exigía la virginidad femenina pero no la masculina.
No se puede ubicarla en el feminismo radical. Alfonsina Storni fue una mujer atormentada por el amor y por las limitaciones sociales que se imponían a la mujer de su época.
Su obra es prolífica, vigorosa y original. En ella se entremezclan emoción, sentimiento y reflexión. Su poesía es erótica, busca el amor.
Fue una excelente poeta del amor. En sus versos, predomina el acento romántico, la profundidad lírica y la sencillez.
Con cada una de sus publicaciones se incrementaba su importancia literaria y los críticos mostraban más interés en ella.
Sobre su libro “Poemas de amor”, dijo: “son frases de estado de amor escritos en pocos días ya hace algún tiempo. No es una obra de literatura, sino una lágrima de las tantas lágrimas de los ojos humanos”.
Reconocimientos.
El 18 de noviembre de 1938, se realizó un homenaje en la Universidad de Montevideo, organizado por la Sociedad Arte y Cultura Popular.
El 21 de noviembre de 1938, el Senado de la Nación le rindió un homenaje con un discurso del senador Alfredo Palacios.
En diversos lugares públicos se han erigido monumentos de toda Argentina, en su memoria. Son numerosas las calles de diversas ciudades argentinas, que llevan su nombre.
Su suicidio inspiró la canción «Alfonsina y el mar», de Ariel Ramírez y Félix Luna, que ha sido interpretada por innumerables músicos de lengua española, destacándose la versión de Mercedes Sosa y la versión de Chabuca Granda.
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