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Biografía de Juana Jugan, religiosa francesa, fundadora de la congregación de las “Hermanitas de los Pobres”. Era una humilde joven, pobre de bienes pero rica de fe y de generosidad.
Interés de la biografía de Juana Jugan
Todo en la vida de Juana Jugan denota su inmensa generosidad y una notable vitalidad al servicio de los ancianos pobres y abandonados.
Infancia y familia de Juana Jugan
Juana Jugan nació el 25 de octubre de 1792 en la aldea francesa de Petites-Croix, un pequeño puerto pesquero, de Cancale, situado en la costa del norte de Bretaña, en Francia.
El padre de Juana, Joseph Jugan, era marino pescador, como la mayoría de los hombres de Cancale.
Su madre, Marie Horel, realizaba diversos trabajos en el pueblo, para mantener a su familia mientras esperaba el retorno de su marido que trabajaba pescando en alta mar.
Juana Jugan fue la sexta de ocho hermanos, tres de los cuales murieron poco después de nacer.
Su padre desapareció en un viaje de pesca a Terranova, cuando ella aún no había cumplido cuatro años. Su madre se quedó sola para mantener y educar a los cinco hijos que aún vivían.
La pequeña Juana aprendió enseguida a realizar algunas tareas domésticas y a cuidar de los animales en los altos acantilados que dominan la bahía de Cancale.
Juana Jugan vivió su infancia en el ambiente de la Revolución Francesa (1789-1799). Como otras muchas iglesias, la de Cancale había sido cerrada por los revolucionarios. Pero muchos niños recibían instrucción cristiana en secreto por parte de personas piadosas.
Como consecuencia del clima político y de las dificultades económicas, Juana no pudo ir a la escuela. Aprendió a leer y a escribir gracias a unas mujeres religiosas que le enseñaron el catecismo.
Incluso pudo hacer su Primera Comunión en 1801.
Primeros trabajos de la joven Juana Jugan
A los 16 años, Juana Jugan fue contratada como sirvienta y ayudante de cocina en Saint-Coulomb, a cinco kilómetros de Cancale, en una casa señorial, propiedad de la vizcondesa de Choue, para quien trabajó varios años.
Además, a Juana Jugan le correspondía acoger a los mendigos que acudían a la casa de la vizcondesa en busca de ayuda. También debía visitar, con la vizcondesa o en su nombre, a aquellos ancianos pobres de la aldea que vivían solos.
Al ser ella misma pobre, percibía la humillación que sentían los pobres a los que ayudaban. La vizcondesa enseñó a Juana la importancia de practicar su fe mostrando amor por su prójimo.
En 1816, cuando Juana Jugan tenía 24 años, un joven marinero de Cancale, que ya lo había intentado unos años antes, le pidió de nuevo matrimonio.
Su madre la animó a aceptar, pero Juana le rechazó pues intuía que su vida tendría otro destino.
Juana Jugan trabajó como enfermera en un hospital
Después de sus experiencias con la vizcondesa de Choue, Juana Jugan decidió abandonar Cancale y su familia para servir a Jesús en medio de los pobres.
Para ello, desde 1817 trabajó durante seis años como auxiliar, y también como enfermera en el hospital Rosais, de Saint-Servan población de la costa bretona.
Su labor no solo se centró en la atención a los hospitalizados sino que también empezó a recorrer los barrios pobres de la ciudad.
En esos años, Juana Jugan ingresó en la Orden Tercera de la congregación religiosa de San Juan Eudes, fundada en el siglo XVII; descubrió la experiencia de una vida a la vez activa y contemplativa, centrada en el amor a Jesús.
(Orden terciaria u orden tercera, es un tipo de asociación de laicos que, viviendo en sus domicilios particulares, participan del espíritu de una orden religiosa y buscan la perfección cristiana bajo la dirección de esa orden: carmelitas, franciscanos, dominicos, y otros).
Pero, las exigencias del trabajo la habían agotado, cayó gravemente enferma y se vio obligada a dejar el hospital Rosais.
La señorita Lecoq acogió a Juana Jugan
Cuando Juana Jugan dejó el hospital en 1823 tenía 31 años; una de sus amigas terciarias, la señorita Lecoq, la acogió en su casa.
Durante doce años, las dos mujeres llevaron una vida en común condicionada por la oración, la misa diaria, la visita a los pobres y la catequesis a los niños.
En esa época, Juana Jugan se afilió a la Orden Tercera de las Hijas del Sagrado Corazón.
El origen de las Hermanitas de los Pobres
Cuando la señorita Lecoq murió en 1835, Juana Jugan conoció a Francisca Aubert. Ambas compartían el mismo ideal de vida, el de ayudar a los más desvalidos.
A fin de consagrarse de lleno al cuidado de los pobres, decidieron alquilar una vivienda en Saint-Servan. Muy pronto se unió a ellas una joven de diecisiete años: Virginia Trénadiel.
En un día de invierno de 1839, Juana encontró a una anciana ciega y paralítica, que había sido abandonada; se llamaba Anne Chauvin.
Juana se lo contó a su compañera, Francisca Aubert, y le dijo “Francisca, ¿qué te parece si la traemos a casa? Para los gastos, trabajaré más”. Francisca le respondió: “Como quieras, Juana”.
Juana Jugan llevó a Anne Chauvin a su casa y la acostó en su propia cama. Este gesto espontáneo la comprometió para siempre, pues a esta anciana la siguieron muchas más.
Pobre ella misma, y obligada a trabajar duramente para vivir, Juana Jugan era sensible a la miseria de los ancianos que encontraba en las calles. No vacilaba en compartir con ellos su salario, su pan y el tiempo de que disponía.
Poco a poco, junto con los mendigos fueron llegando las primeras ayudas. Entre estas ayudas, la mejor fue la de tres mujeres jóvenes que se unieron a Juana Jugan en las tareas de asistencia a los necesitados.
Francisca Aubert aceptó ayudar en lo que respecta a las curas y a los remiendos, pero se consideraba demasiado mayor para comprometerse más a fondo.
De ese modo, en torno a las dos mujeres mayores, acaba de nacer una pequeña célula, (María Jamet, Magdalena Bourges y Virginia Trénadiel) embrión de una gran congregación que se llamará “Hermanitas de los pobres”.
Fundación de una nueva congregación religiosa
En mayo de 1842, Juana Jugan ya tenía 50 años y presidía una pequeña asociación de mujeres que dedicaban su vida en ayudar a los pobres.
Estas activas, dinámicas y generosas mujeres lideradas por Juana Jugan e inspiradas en su fe cristiana, decidieron organizarse como una congregación religiosa.
Dado que sus vidas y trabajos estaban muy en consonancia con lo que eran y hacían los “Hermanos de San Juan de Dios”, acordaron regirse por unos reglamentos similares.
Juana Jugan fue elegida superiora en presencia del abad Auguste Le Pailleur, vicario de Saint-Servan, quien les ayudó a organizar la congregación. Adoptaron el nombre de “Siervas de los Pobres”.
El apartamento en donde vivían y acogían a los desamparados, ya se había quedado pequeño. Por lo cual, consiguieron autorización para trasladarse a un convento abandonado, que se convirtió en casa para los pobres.
Pero la generosidad de los amigos y los ingresos de las hermanas, de cuyo trabajo vive la casa, ya no son suficientes para atender a los numerosos ancianos indigentes que solicitan ser hospedados.
Un religioso de San Juan de Dios propone a Juana Jugan que salga a pedir limosna. La orgullosa naturaleza bretona de Juana se rebela ante esa necesidad, pero al final se decidió a hacerlo.
En sus rondas, Juana Jugan pedía dinero, pero también dádivas en especie, como verduras, sábanas usadas, lana, un caldero, lo que fuera.
Juana Jugan sentía aversión por la ociosidad. Consiguió unas ruecas, hiladoras y devanaderas para que las internas menos impedidas aportaran con su trabajo algún dinero a la bolsa comunitaria.
A finales de 1843, las hermanas tenían a su cargo unas cuarenta personas, hombres y mujeres.
Juana Jugan ya tenía 51 años y el padre Le Pailleur, eligió nombrar como superiora a la joven María Jamet de sólo 23 años. Juana Jugan se dedicó desde entonces a pedir limosnas con las cuales atender a los pobres.
La congregación se renombró como “Hermanas de los Pobres” y las hermanas hicieron votos de obediencia, pobreza y castidad. Empezaron a llevar un atuendo inspirado en la vestimenta de las mujeres bretonas.
En 1849 adoptaron el nombre definitivo de “Hermanitas de los Pobres”.
Al igual que los “Hermanos de San Juan de Dios”, se comprometieron más firmemente a su misión cristiana con un cuarto voto: el de hospitalidad.
Juana Jugan es enviada a pedir limosnas
Para Juana Jugan, el ser destituida de su puesto de superiora y convertirse prácticamente en una simple mendiga fue un gran acto de virtud, porque como mujer de la Bretaña francesa era de natural más bien independiente y autoritaria.
La petición de limosnas mendigando de puerta en puerta, realizadas por las “hermanas” siempre era para cubrir las necesidades de ese día.
Había que salir, a pesar del tiempo, sufrir el calor, el frío o la lluvia, abordar a todo tipo de gente, recorrer largos trayectos y llevar pesados fardos.
El aumento de personas acogidas, obligó a extender las colectas más lejos. Juana fue enviada a Rennes. Desde los primeros días se fijó en los mendigos, sobre todo en los más viejos, que necesitaban auxilio con urgencia.
Sin duda alguna, había que fundar una casa de acogida en esa ciudad. El 25 de marzo de 1846 las Hermanas de los Pobres adquirieron una casa en Rennes.
Juana Jugan prosiguió con sus peticiones de limosnas por otras ciudades del oeste de Francia. Se inauguraron casas en Dinan, Tours, París, Besançon, Nantes y Angers.
Siempre fue deseo de Juana Jugan que las personas mayores se sintieran realmente como en su casa, en los lugares de acogida.
También era deseo de Juana procurar alegría a sus pobres. Un día, se dirigió al coronel de la guarnición de Angers y le pidió que, por la tarde de un día festivo, enviara a algunos músicos del regimiento para alegrar a sus ancianos. El coronel le envió toda la banda al completo para complacerla.
Últimos 27 años en la vida de Juana Jugan
Después de haber servido recogiendo limosnas, a partir de 1852 Juana Jugan fue enviada a la casa madre de la congregación. Ya no mantuvo relaciones regulares con los bienhechores, ni funciones destacadas entre las hermanas.
Vivió aún veintisiete años, oculta a los ojos de los hombres, ocupada en humildes tareas domésticas y en prodigar consejos espirituales a las novicias.
Pero, antes de morir, tuvo una última alegría. El 1 de marzo de 1879, el Papa León XIII aprobó definitivamente las constituciones de las “Hermanitas de los Pobres”.
Juana Jugan falleció el 28 de agosto de 1879. En aquel momento, la congregación contaba aproximadamente con 2.400 hermanas y 177 casas de acogida.
Actualmente, 3.460 Hermanitas dan vida a 221 casas, repartidas por los 5 continentes. Por una maravillosa circunstancia, siguen viviendo principalmente de las dádivas y limosnas que reciben.
La tumba de Juana Jugan se encuentra en la cripta de la capilla de la Casa Madre en Saint-Pern, en Bretaña.
Juana Jugan fue canonizada por Benedicto XVI el 11 de octubre de 2009.
En 1845 la Academia Francesa concedió a Juana, por su labor, el premio Montyon, hecho que sirvió para dar a conocer su obra en las ciudades vecinas.
Actualmente, las Hermanitas de los Pobres están establecidas en 31 países, en donde con la ayuda de innumerables voluntarios acogen y dan alegría a los ancianos.
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